Fuente: Voces de las dos orillas
Soma la tumba de Alejandro
María García Esperón,
Colombia, Libros & Libros, 2014
Por Anabel Sáiz Ripoll
Colombia, Libros & Libros, 2014
Por Anabel Sáiz Ripoll
¿Por qué hablar del Soma, de la tumba de Alejandro hoy en día? ¿A quién puede interesar saber qué pasó con los restos de Alejandro? Es aún un enigma arqueológico el emplazamiento del Soma. Detrás laten ambiciones, esperanzas, odios, batallas intestinas y miserias humanas. Alejandro fue el gran personaje de la Antigüedad, mito o dios, inmortal en los sueños.
María García Esperón, fiel a su idea de tener puentes entre el pasado y el presente, se dispone a remover en la memoria colectiva, allí donde se guardan los afectos, las emociones y los misterios, para retomar el enigma del Soma. Alejandro acaba de morir y los suyos empiezan a desesperarse, algunos, a repartirse el poder, otros. La ambición todo lo corrompe, por desgracia, y no sabe de grandes palabras. Solo los fieles, los verdaderos amigos, están en la vida y en la muerte, aquí y allá.
Soma. La tumba de Alejandro es una historia de amor y de amistad, que aviva los recuerdos, que arroja luz donde no había nada y que muestra que el pasado no está tan lejos de nosotros. Dos historias se entrecruzan en la novela y se funden, de alguna manera, en una. Por un lado, la inquietud ante la muerte de Alejandro de su amigo Tolomeo y el dolor de la hetaira Eleni que cree que Alejandro no ha muerto, que está cataléptico. Para favorecer su destino y los designios del estratega, Eleni no duda en morir para hacerse pasar, en la otra vida, por Alejandro y confundir a los que debían transportar su tumba. ¿Dónde está el Soma, en Egipto, en Babilonia, en Alejandría…?
Mientras, en México, una joven, Elena, se encuentra redactando su tesis doctoral acerca de ese enigma y, conforme profundiza, más se vincula con los personajes del pasado. Un compañero macedonio, Alexis, ocupa un lugar primordial en este viaje al mundo de los muertos que Elena va a realizar gracias a un extraño libro.
Elena y Consuelo, una anciana que la ayuda a redactar su tesis, emprenden un viaje físico y mental a Egipto porque Elena, de alguna manera, cruza los dos mundos y se nutre del propio aliento que la hetaira Eleni. Consuelo muere y sus cenizas acaban en un mundo en el que, en sus orígenes, aún era posible ser dios.
Soma. La tumba de Alejandro se estructura en torno a breves capítulos que van dando voz, en tercera persona, a todos los personajes de esta historia. El poder de la profecía, del oráculo y, sobre todo, el poder del amor llegan intactos desde la muerte de Alejandro a nuestros días, a las manos de Elena.
Los héroes del pasado se confunden o son los mismos, no estamos seguros, pero sí sabemos que fueron seres de grandeza extraordinaria, no por ser dioses, en absoluto, sino por colmar, exactamente, la medida de lo humano. No hay nada más humano que el amor. No hay nada más humano que la memoria.
María García Esperón más que ofrecer respuestas, formula nuevas preguntas o da un giro a la historia; pero no lo hace para desconcertar al lector, sino para mostrar que los actos del pasado, de verdad, dejan huella en el presente, pero una huella de carne y hueso, no literaria, sino de piel, de contacto físico. Solo hay que pararse a escuchar las voces de los tiempos.
El relato combina el tono más épico o elegíaco con el cercano y cotidiano y, juntos, van tejiendo esta historia que, por no tener respuestas, ni siquiera se presenta con portada, aunque sí contiene ilustraciones de Michelle López. Un enigma más. La muerte, al fin, como se lee repetidamente en el texto, no es más que la vida en otra parte. Sea así.
María García Esperón, fiel a su idea de tener puentes entre el pasado y el presente, se dispone a remover en la memoria colectiva, allí donde se guardan los afectos, las emociones y los misterios, para retomar el enigma del Soma. Alejandro acaba de morir y los suyos empiezan a desesperarse, algunos, a repartirse el poder, otros. La ambición todo lo corrompe, por desgracia, y no sabe de grandes palabras. Solo los fieles, los verdaderos amigos, están en la vida y en la muerte, aquí y allá.
Soma. La tumba de Alejandro es una historia de amor y de amistad, que aviva los recuerdos, que arroja luz donde no había nada y que muestra que el pasado no está tan lejos de nosotros. Dos historias se entrecruzan en la novela y se funden, de alguna manera, en una. Por un lado, la inquietud ante la muerte de Alejandro de su amigo Tolomeo y el dolor de la hetaira Eleni que cree que Alejandro no ha muerto, que está cataléptico. Para favorecer su destino y los designios del estratega, Eleni no duda en morir para hacerse pasar, en la otra vida, por Alejandro y confundir a los que debían transportar su tumba. ¿Dónde está el Soma, en Egipto, en Babilonia, en Alejandría…?
Mientras, en México, una joven, Elena, se encuentra redactando su tesis doctoral acerca de ese enigma y, conforme profundiza, más se vincula con los personajes del pasado. Un compañero macedonio, Alexis, ocupa un lugar primordial en este viaje al mundo de los muertos que Elena va a realizar gracias a un extraño libro.
Elena y Consuelo, una anciana que la ayuda a redactar su tesis, emprenden un viaje físico y mental a Egipto porque Elena, de alguna manera, cruza los dos mundos y se nutre del propio aliento que la hetaira Eleni. Consuelo muere y sus cenizas acaban en un mundo en el que, en sus orígenes, aún era posible ser dios.
Soma. La tumba de Alejandro se estructura en torno a breves capítulos que van dando voz, en tercera persona, a todos los personajes de esta historia. El poder de la profecía, del oráculo y, sobre todo, el poder del amor llegan intactos desde la muerte de Alejandro a nuestros días, a las manos de Elena.
Los héroes del pasado se confunden o son los mismos, no estamos seguros, pero sí sabemos que fueron seres de grandeza extraordinaria, no por ser dioses, en absoluto, sino por colmar, exactamente, la medida de lo humano. No hay nada más humano que el amor. No hay nada más humano que la memoria.
María García Esperón más que ofrecer respuestas, formula nuevas preguntas o da un giro a la historia; pero no lo hace para desconcertar al lector, sino para mostrar que los actos del pasado, de verdad, dejan huella en el presente, pero una huella de carne y hueso, no literaria, sino de piel, de contacto físico. Solo hay que pararse a escuchar las voces de los tiempos.
El relato combina el tono más épico o elegíaco con el cercano y cotidiano y, juntos, van tejiendo esta historia que, por no tener respuestas, ni siquiera se presenta con portada, aunque sí contiene ilustraciones de Michelle López. Un enigma más. La muerte, al fin, como se lee repetidamente en el texto, no es más que la vida en otra parte. Sea así.